Una de las situaciones más doloras que pueden presentarse a nivel de relaciones interpersonales se da cuando alguien afirma: “ya no confío en ti”. ¿Qué implica confiar en alguien? ¿Por qué se pierde la confianza? ¿Es posible restaurarla? Quizá sea éste un buen momento para reflexionar acerca de estas cuestiones....
Si miras a las personas a tu alrededor con las que tienes alguna relación —ya sea de amistad, familiar, laboral, escolar, sentimental, etcétera—, te darás cuenta de que con muchas de ellas los vínculos son más estrechos que con otras, ya sea por la afinidad de intereses, por su personalidad o por el cariño que se ha ido cultivando. Incluso hasta puedes llegar a decir que por determinada persona “metes las manos al fuego”. Esto es, que confías plenamente en ella, lo cual permite que esa relación sea fuerte, estable y de mayor duración.
Hablar de este tipo de lazos sociales, construidos en la confianza, es, quizá, la forma de hacer que nuestros entornos sean mucho más sanos, sólidos y, sobre todo, que se conviertan en fuente de valores que puedan contribuir a una vida mejor, ya sea en lo personal o en lo social.
La palabra “confianza” es por demás conocida, pero ¿sabemos realmente qué es? De acuerdo con la definición de la Real Academia Española, el término tiene varias referencias, entre ellas: la esperanza firme que se tiene de alguien o algo; la seguridad que alguien tiene en sí mismo, y la familiaridad o el ánimo para realizar algo.
Si ponemos un poco atención notaremos que el significado conlleva acepciones como seguridad, solidez, estabilidad. Sin duda, esos son los grandes resultados a los que se puede llegar a través de la confianza en uno mismo y en los demás; sin embargo, lograrlo es algo que, como todo en esta vida, requiere esfuerzo, pero que vale la pena intentar. Me explico…
En primer lugar debemos fortalecernos a nosotros mismos. La seguridad sobre lo que somos y acerca de lo que somos capaces de hacer proviene sólo de nosotros mismos. Para sabernos y sentirnos seguros es fundamental conocernos: identificar nuestras capacidades y nuestras habilidades en toda su extensión. En este sentido, hay un elemento que no podemos eludir, pues sin él nuestro propio conocimiento será parcial o, peor aún, totalmente falso. Me refiero a la honestidad. Para autoconocernos es indispensable que nos sinceremos y que seamos muy francos. El hecho de engañarnos o de creer que pertenecemos a una clase de persona que en realidad no somos, lo único que generará en nosotros será una gran confusión y profundas frustraciones por haber creído que éramos capaces de responder a una situación cuando no teníamos las herramientas necesarias para enfrentarla.
Una vez identificados tanto nuestros aspectos positivos (cualidades, habilidades, virtudes) como negativos (defectos, carencias, fallas) seremos capaces de apreciar en su justa dimensión quiénes somos y cómo podremos actuar en determinado momento. Esta seguridad es enriquecedora, en tanto proviene de bases reales y no imaginarias. Nadie lo niega: no es sencillo (y a veces tampoco agradable), pero al final los beneficios son muchísimos.
Ahora bien, hablar de la confianza hacia los demás, de igual modo implica un conocimiento y, más aún, contar con ciertos hechos que avalen que la confianza que hemos depositado en una persona determinada será correspondida. En este punto, creer en los otros es reconocer que solos no avanzaremos tanto como deseamos, y que únicamente con la ayuda de los demás podremos alcanzar nuestros objetivos. Es reconocer que somos frágiles como seres humanos pero que si nos apoyamos en los demás podremos adquirir fuerzas para vivir mejor.
Visto de esta manera, aun cuando la confianza brota de forma individual, es sólo a través del otro cuando se expresa en toda su magnitud. En este proceso, las relaciones sociales se vuelven constructivas y gratificantes. Claro, hay otros factores que inciden en la calidad de un vínculo social, como la comunicación, el respeto, la paciencia y el cuidado, por mencionar sólo algunos, pero la confianza es uno de los más relevantes.
Saber que alguien confía en nosotros es un honor y a la vez una gran responsabilidad, porque ya no se trata de actuar pensando en las consecuencias personales, sino también en lo que puede padecer el otro. Si descuidamos este aspecto, día tras día, acto tras acto, lo más probable es que se diluya esa confiabilidad y que cuando tratemos de recuperarla sea difícil hacerlo.
Lo importante es no llegar a una situación como esa y que nos ocupemos más en corresponder a quienes nos ven como portadores de firmeza y estabilidad.
Hay que ser capaces de sabernos fuertes pero también de reconocernos vulnerables; y también hay que ser capaces de experimentar la confianza con valor y con convencimiento pleno.
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