jueves, 9 de agosto de 2018

" ¿Dónde iran los besos y abrazos que no damos? "



Estaremos de acuerdo en decir que hay situaciones de vida en que sobran las palabras.

Bastaría con una mirada, con un abrazo o con un beso para que el espacio entre dos personas fuera el mismo, fuera simplemente uno.

Estamos hablando de llenar el espacio entre dos personas que se quieren, que están compartiendo sus vidas y es curioso como ese espacio que en un principio fue común entre ellas, se convierte muchas veces con el tiempo en un abismo infranqueable que, más que cruzarse, parece que tenga que ser escalado.

Ese abismo creado con el tiempo entre dos personas que muchas veces siguen queriéndose las va distanciando poco a poco, cada vez más, separándolas mediante un muro insalvable.

Esas dos personas viven recordando la afectividad que un día compartieron y que alegró sus vidas, aceptando que tienen que vivir de ese recuerdo y asumiendo que aquello que tuvieron jamás volverá.

Entonces…

¿De qué vale quererse si no estamos dispuestos a demostrarlo?

¿Es que hay alguien que se molesta con una demostración de cariño?

Y si es así…

¿Para qué molestarnos de que la persona que queremos nos demuestre su amor?

Conscientes de que la falta de demostración de afecto se paga cara, ¿para qué habríamos de dejar de demostrarlo?

La falta de demostración de amor por la persona amada sólo nos aleja de ella, creando una distancia que se acrecienta día a día.

Si queremos de verdad a esa persona y deseamos lo mejor para ella, ¿cómo podemos negarle nuestro cariño? ¿qué clase de juego mantenemos con ella?

¿Es que alguien podría defender la tesis de que la falta de entrega hace crecer el amor?

Reto a quién sea a que me demuestre esa tesis y si consigue convencerme con argumentos que diluyan la mía, estoy dispuesto a comerme una por una las palabras que componen este texto.

Pero les diré una cosa:

Planten una rosa en su jardín y descuidenla.

Pronto sabran en que se convierte esa bella rosa, se convierte en ausencia porque muere, al igual que muere el amor que se descuida.

Y yo me pregunto:

Con lo que me gustan las rosas, ¿para qué invitaría a una rosa a mi jardín si ya sé que voy a descuidarla?

Si es así, si ya lo sabes, deja que otro que quiera regarla se encargue de ella.

Y si eres de los que empiezas regando, ¿para qué vas a dejar de hacerlo, sabiendo como sabes que esa rosa a la que quieres tanto morirá?

Entonces, ya lo sabes, no descuides nunca hablarle a esa rosa pero riégala también con besos y abrazos.

Esos besos y abrazos vendrán de vuelta para ti.

Recuérdalo, los besos y abrazos que no damos ensanchan el camino entre los dos hasta convertirlo en un abismo.

Y las rosas no viven allí.

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